Al comenzar el segundo ciclo de esta
etapa las capacidades de percibir y sentir alcanzan su máximo potencial. Por
tanto los padres y educadores deben favorecer su desarrollo.
Las experiencias musicales de participación activa son un
medio excelente para fomentar el desarrollo de las capacidades físicas,
afectivas y emocionales.
En esta etapa se puede decir que se
pasa de lo exploratorio a lo repetitivo, y que al final de esta etapa los niños
disfrutan de la música y participan de ella en sus juegos, tocando instrumentos
de percusión, interpretando canciones o creando pequeñas composiciones.
A los tres años, y respecto a la
percepción, el niño/a discrimina patrones rítmicos, diferencia los valores de
negra y corchea; además, comienza a reconocer varias melodías simples.
Respecto a la expresión, las capacidades de expresión motriz
se dotan de una mayor precisión y control de la motricidad, en especial las
extremidades inferiores: camina, salta, corre con cierta flexibilidad; en sus
capacidades rítmicas, es capaz de seguir una canción moviendo o golpeando una
mano o andando; es capaz de reproducir patrones rítmicos de 3 ó 4 elementos; le
gusta experimentar con instrumentos de percusión, y puede reproducir pequeñas
canciones enteras, aunque generalmente se salga de tono y su ámbito sea muy
reducido.
A los cuatro años, y respecto a la
percepción: diferencia rápido y lento, es capaz de discriminar los sonidos
agudos y los graves, comienza a identificar melodías simples, no tiene noción
consciente de la simultaneidad sonora, confunde intensidad y velocidad, aumenta
su memoria auditiva y el repertorio de canciones.
También le gusta explorar
los objetos sonoros, y le encanta la música y la disfruta.
Tamara Gómez Sánchez
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